CUÁNTOS SON Y DÓNDE ESTÁN
Los otros
Machu Picchu
El Perú fue escenario de grandes culturas,
algunas edificaron monumentos impresionantes,
como Kuélap o Marcahuamachuco, que reciben
el apelativo de "el otro Machu Picchu". Una
mezcla de elogio y estrategia de marketing.
No, señor, no le creo. Usted me está mintiendo o exagerando.
Qué le pasa, ¿quiere engañarme? ¿Me ha
visto cara de tonto? ¿Cree que facilito nomás me voy
a tragar ese cuentazo? Se equivoca, pues. No soy tan bestia,
perdón, no soy una bestia. Ya ve, la cólera me hace confundir
y termino diciendo pavadas. No se mate de la risa. Un error
lo comete cualquiera.
Bueno, aunque usted no está cometiendo un error. Usted
lo hace con toda la intención, con alevosía y ventaja como
dicen los abogados. Pero qué gana tomándome el pelo. No lo
haga. En verdad no es necesario. Igual voy o vamos a ir para
allá. Así que de una buena vez dígame la verdad. Córtela con
esa cantaleta de que estamos yendo a Machu Picchu.
Está bien que sea algo desorientado y bastante perdido,
pero no lo soy tanto como para no darme cuenta que este
lugar no es el Cusco. Dónde están las aguas sagradas del
Urubamba, la vía férrea que conduce a un pueblo llamado
Aguas Calientes o, el sendero incaico recorrido por centenares
de viajeros de todas partes del mundo.
Y, como no hay nada de eso, no puede haber Machu
Picchu en estos lares, por más que me digas lo contrario
y que te enterques y me discutas y me asegures que no es
una invención tuya, que no fuiste tú quién bautizó o dejó para
la historia esa frase del "Machu Picchu del Norte" y que el
"culpable", si se puede hablar de culpable en este caso, fue
un presidente.
Ah, cómo, qué tiene que ver un presidente en esta situación.
O sea que todo este enredo es cortesía de un mandatario que,
sorprendido ante la obra monumental de un pueblo prehispá-
nico, no tuvo mejor idea que compararla con la máxima obra
arquitectónica de los incas, aunque los muros de piedra que
veía y admiraba, no fueron levantados por los Hijos del Sol.
Un pequeño detalle que no fue tomado en cuenta por tan
distinguido personaje que, como todo político, buscaba darle
en la yema del gusto a la población..., y, lo consiguió, porque
la frase quedó grabada en el corazón y en la memoria de la
gente. Desde entonces, Marcahuamachuco, en La Libertad, es
–aunque en verdad no lo se– el "Machu Picchu del Norte".
No discuto más contigo. Te doy la razón. No querías enga-
ñarme. Pero trata de entenderme. Me sacó de cuadro eso de
que nos vamos a Machu Picchu.
Por eso me emberrinché y me
puse saltón. Distinto hubiera sido si de arranque me contabas
que, hace décadas, el arquitecto Fernando Belaunde Terry hizo
la comparación con la maravilla cusqueña.
Ahí la cosa cambiaba y, en vez de andar renegando, te
habría preguntado más y me habría enterado más sobre los
"guamachucos" y su herencia arqueológica, la más grande de
la sierra norte del Perú. Pero todo comenzó mal y te hablé poco durante el trayecto de casi 10 kilómetros que separa el actual
pueblo de Huamachuco, con la meseta donde los antiguos
erigieron su pétreo legado.
Llegamos. Me separé de ti y empecé a recorrer el complejo
sin tu compañía. No quería escuchar palabras mientras contemplaba
los grandes muros, los recintos, el entorno geográfico. Es
curioso, pero siempre intento hacer lo mismo cuando estoy en
el otro Machu Picchu, caray, hasta yo mismo me confundo, en
el verdadero Machu Picchu, pero rara vez lo consigo. Siempre
hay mucha gente. Allí es difícil estar solo.
MÁS MACHU PICCHU
Viajes. Muchas anécdotas. Más "Machu Picchus". Claro,
Marcahuamacho no es el único. En el país existen varias
zonas que reciben ese apelativo o son comparadas con la
fabulosa ciudadela. Si son parecidas o no, es otra cosa. Si no
las construyeron los quechuas, es un detalle insignificante. Lo
que se quiere es llamarlas así. Sirve como imagen. Despierta
el interés de los turistas.
Estrategia de marketing, le dicen algunos. Engaña muchachos,
pueden pensar varios. Lo cierto es que –para bien
o para mal– así se les conoce. Y si bien la experiencia viajera
enseña a desconfiar de semejantes símiles, debo admitir que
mis andanzas por los "Machu Picchus"... digamos "alternativos"
han sido más que satisfactorias.
Cómo no serlo si uno de ellos es Kuélap. La fortaleza de
los shashapuyos con sus inmensas y altísimas paredes, con
sus casas circulares, con sus escaleras estrechas que fueron
trampas mortales para los invasores incaicos, sí, porque ellos sitiaron durante meses a los beligerantes pobladores de esta
tierra de selva montañosa, en la región Amazonas.
Kuélap, en verdad, no se parece a la máxima joya del
Tahuantinsuyo, como tampoco se le parece Rúpac, el llamado
Machu Picchu de la sierra de Lima. Allí se llega caminando,
subiendo a uno de los tantos cerros de la sierra huaralina. Es
un trayecto pesado que algunos emprenden en la localidad de
La Florida y otros, para ahorrarse unos cuantos kilómetros de
andar, lo inician desde el desolado pueblo de Pampas.
Edificios de piedra y una vista impresionante de los que
fueron los dominios de los atavillos, una cultura antigua,
anterior al florecimiento cusqueño que predominó en esas
zonas montañosas que, en el Perú actual, son parte la región
Lima Provincias; entonces, lo de Machu Picchu es solo un
capricho o acaso es que todos queremos tener un Machu
Picchu cerca, para sentirnos orgullosos.
No sé cuántos Machu Picchus habrán en el Perú. Pero
en mis viajes he conocido uno más: Choquequirao. Le dicen
el "otro Machu Picchu" y, en verdad, la "Cuna de Oro" –ese
su nombre es español– sí tiene muchas semejanzas. No es
que sea una obra gemela, pero en sus recintos se nota la
destreza constructiva de los descendientes de Manco Cápac
y Mama Ocllo.
A estas alturas del camino, sospecho con razón que en mis
futuros viajes se presentarán situaciones como las narradas
aquí. De lo que sí estoy seguro es que no renegaré, porque, pase
lo que pase, disfrutaré del lugar al que me conduzcan mis pasos.
Y sí, lo recorreré en silencio, como intento hacerlo siempre que
estoy en Machu Picchu, el de verdad, los de mentira.
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